Ciudad (Tossa de Mar) de origen prerromano, con su Vila Vella, rodeada de un recinto amurallado del siglo XII, y singular emplazamiento, es una de las villas más característicamente Costa Brava. Su más moderno núcleo urbano, aumentado estos últimos años con nuevas construcciones, entre las que se cuentan lujosos hoteles y residencias, han añadido a la antigua población de pescadores distintos elementos a su fisonomía, sin, empero, perder nada del maravilloso encanto de su conjunto.
Por el litoral, anteceden a la primera visión marítima de Tossa, la Roca del Moro, La Cambra, la Cala del Moltó y Els Cars.
Visión marítima que tiene como primer talón la cala inconfundible de Es Codolar, abierta en pendiente y angosta al pie de la muralla y que fue el puerto natural de Tossa y, aún hoy, guarda casi colgadas de sus rocas las barcas de pesca. Con la torre vieja del homenaje como remate, esta cala resulta inolvidable y desde tiempo lejano es una de las notas más sobresalientes de la fisonomía de Tossa.
A Es Codolar, sigue el Cap de Tossa, en cuya cima se levanta el faro. Superado este cabo, se abre a la vista el arco cerrado de la playa de Tossa; playa que, en realidad, está constituida por la Mar Gran, la playa de fachada partida a lo largo por la caprichosa «riera», y el tramo de rocas, Ses Glorietes, donde eventualmente se forman pequeñas playas y a cuya espalda han proliferado los chalets, y Mar Menuda, la playa enfrentada al islote La Illa, y que completa el arco descrito.
Numerosos hallazgos artísticos y arqueológicos, prueban la antigüedad de Tossa. Tras la Tossa ibérica, con contactos comerciales con los griegos, aparece la ciudad romana, de la que se guardan unos magníficos pavimentos de mosaico donde, además del nombre del artista o del propietario, figura el de la villa: Turissa.
La Vila Vella, con sus murallas medievales y que han hecho que Tossa fuera conocida en el mundo entero, nos demuestran la importancia de la población también a través de épocas más recientes. Hoy, a tales factores, se añade la nueva Tossa, comparable por su cosmopolitismo actual, a Capri u otro tan famoso centro turístico internacional.
A lo dicho de su excelente playa y a los dos refugios naturales con que cuenta Tossa, solitarios y salvajes de Cala Bona y Cala Pola, se suman sus típicas calles, blancas y ensoñadoras, su notable y valioso Museo y los nuevos atractivos de modificación constante, tales como las «boites» y otros establecimientos análogos más o menos esnobs o sofisticados. Al proseguir por la costa, saliendo de Tossa en dirección a Sant Feliu de Guixols, desaparecen los senderos costeros.
El camino es determinado por la Sierra de Tossa, de una altura máxima de 520 m en el Puig de Ses Cadiretes y que es la más abrupta y espectacular del sector. Desde esta prominencia, el panorama que se divisa es conmovedor por su grandeza. Poblados encinares la recubren totalmente, bajando por las laderas de la montaña hasta enlazar con los pinos.
Por mar, traspuesta la Punta de Mar Menuda, se abre un impresionante acantilado en el que se destacan la Punta e islotes del Palomar y el entrante profundo del Infern en Caixa. Luego, Cala Bona, Cala Pola, con agua potable y asiento de un camping y una moderna urbanización; Salions, playa y agua potable, y Vallprestona, al pie del santuario de Sant Grau, que preside el paisaje a 360 m de altura; Cabanyes y Canyet.