Que se encuentra, siguiendo el litoral de sur a norte, después de S’Agaró y de Cala Sa Conca, tiene unos 2 km de longitud y es de arenas finas y rosadas. Este extenso y excelente arenal es el punto de salida al mar de un ancho valle abierto entre las montañas de Sant Feliu y las Gavarres.
El valle, de singular belleza, se halla densamente habitado por una población agrupada en los pequeños núcleos de Fanals, Castell y Santa Cristina, y, más junto al mar, por la moderna organización de chalets: todo ello entre pinares y suaves declives ricos en vegetación. Centros de diversión instalados en distintos lugares de su área urbana, proporcionan animada vida nocturna en plena temporada veraniega.
La carretera de Gerona convertida en carretera de Barcelona, a partir de Llagostera, cruza el valle en longitud para encontrar el camino litoral de Sant Feliu a Palamós. En la encrucijada de estas dos vías, se asienta precisamente el núcleo de población de Playa d’Aro, que ha tomado un desarrollo sensacional estos últimos tiempos.
Entre otras excursiones que pueden recomendarse, partiendo de Playa d’Aro, no deben dejarse de lado la visita a los ya mencionados pueblos del valle, a la popular Font Picant de Bell-Lloc y a Solius, más al interior y donde el valle se angosta. Asimismo, y sobre todo, a Romanyà, magnífica atalaya en el corazón de las Gavarres, desde donde se divisa una panorámica espléndida: a poniente, el dilatado Ilano de La Selva, con el Montseny al fondo: a levante, el Ampurdán hasta los Pirineos.
En Romanyà puede admirarse uno de los dólmenes mayores y mejor conservados de Cataluña. Al precipitarse sobre el mar, las últimas estribaciones de la mencionada sierra de las Gavarres, acotan la Playa d’Aro y dan lugar a unos 5 km de costa abrupta, en la que se forman una serie de calas y puntas rocosas que son una constante variedad de sorprendentes bellezas: Comtat Sant Jordi, Treu Mal, Cristus, Roques Planes…
A cada recodo de la carretera de Palamós, que sigue a poca distancia de las sinuosidades de la costa, deja entrever entre los pinos la espuma blanca del oleaje rompiendo contra las rocas. Esta es, justamente, uno de los trozos más concurridos de la Costa Brava.
En él existen algunos «night clubs» que con su carácter dinámico y cosmopolita, siempre al último grito de la moda, constituyen una nota totalmente despegada de las viejas tradiciones de esta comarca.
Un numeroso grupo de hoteles de categoría y lujo, y varios chalets pueblan estos mismos contornos. Torre Valentina, al extremo de levante de la referida zona, centra asimismo una de las urbanizaciones residenciales que se están desarrollando por estos mismos parajes, aunque más ambiciosa en cuanto a lujo y grandiosidad.
Y es, justamente, en Torre Valentina, sita en las últimas estribaciones de las Gavarres, donde se deja el trozo de la Costa Brava perteneciente a la comarca de La Selva, y empieza la del Bajo Ampurdán. Lugar éste, además, donde se halla San Antonio de Calonge, moderno núcleo veraniego de importancia cada vez mayor, y punto inicial de la extensa y luminosa Bahia de Palamós.
Si el litoral desde S’Agaró a dicha Bahía de Palamós es una deliciosa sucesión de sorprendentes bellezas, no lo es menos tierra adentro, constituyendo ambos sectores uno de los conjuntos naturales más atractivos de la Costa Brava.
Sobre la playa, después de una tupida franja de pinos y alguna que otra urbanización de reciente construcción, tal como hemos dicho se abre con su magnífica placidez Vall d’Aro. Como telón de fondo, ostenta el macizo majestuoso del Montseny, con nieve en invierno y verdes y azulados tonos en verano, mágicamente amoratados en los atardeceres.
Más hacia el norte, la sierra de las Gavarres, descendiendo en vertientes suaves, pero no menos selváticas. Valle que fue campo de batalla en el curso de toda la Edad Media, cuando luchaban entre si para la posesión de sus feudos nobles rivales, y los nobles contra los potentes monjes benedictinos establecidos en Sant Feliu de Guíxols. Las torres de defensa que aún guardan algunas casas de campo y restos de castillos, son la demostración de las medidas tomadas por los habitantes de la comarca para hacer frente a las incursiones tierra adentro de los piratas.