Es el poblado que, al pie de Punta de la Barra, cierra la extensísima Playa de Pals. Playa que desde el macizo del Cap de Bagur, con sus Punta de Plom, Punta de Sa Sal y Punta de la Creu, da una fisonomía muy distinta a las características espectacularmente dramáticas que tiene la Costa Brava en tantos de sus trechos.
Aquí el litoral se nos ofrece abierto, en dilatada extensión. En ella desembocan los ríos Daró y Ter, este último de un caudal considerable, dando lugar a marismas, grandes arbolados de riera y abundancia de peces y aves acuáticas.
Desde Bagur, el acceso a la Playa de Pals implica para el tráfico rodado un nuevo retroceso hacia el interior, hasta encontrar la carretera de Palafrugell a Torroella. A poca distancia del empalme, en medio de los arrozales que tanta fama le han dado, se encuentra la población de Pals, sobre una pequeña colina, y con antiguas murallas y otras reliquias del pasado que merecen una visita.
No lejos, se halla la villa de Peratallada, de un valor arquitectónico y artístico análogo. Desde Pals, una carretera lleva sin rodeos a la Playa, que es de aguas poco profundas y confortablemente cerrada al norte por la avanzada marítima de las montañas de Torroella, terminadas sobre el mar por la Punta de la Barra y Punta Guixeres.
En la población del Torroella, se han encontrado cuevas sepulcrales de la época neolitica.
Resguardadas, pues, al pie de dichas montañas, dando cara a mediodía, se hallan las hileras de apiñadas casas que constituyen la población del Estartit.
Población que nació como refugio de gente dedicada a la pesca, pero igualmente diestra en el cultivo de la tierra, circunstancia desde tiempos inmemoriales habitual entre los pobladores de la Costa Brava. Una vez en el Estartit es obligada la excursión marítima a las Islas Medas. Son cuatro exabruptos geológicos alineados sobre el mar: Meda Gran única accesible, Meda Petita, Els Tascons y Cavall Bernat.
Tradicional refugio de piratas, las Medas desempeñaron un papel en la historia del país, hasta su conversión en fortaleza defensiva, como lo demuestran las ruinas en la cima de la Meda Gran. A veces lo que se cuenta de las Islas Medas parece pura leyenda, y, sin embargo, no siempre deja de responder a la verdad histórica. Durante siglos, todo este trozo de costa fue sometida a la acción de piratas y corsarios, y en las Medas, lugar también de célebres naufragios, se situaban para atacar a las naves que transitaban por el litoral ampurdanés.