La antigua «Blanda» de los griegos italiotas, es la población que, viniendo de Barcelona, nos abre las puertas de la Costa Brava. Antes de alcanzar el centro urbano de Blanes, si seguimos por la costa, y sobrepasada la Zona de Camping Els Pins, hallaremos el barrio de pescadores de S’Auguer corrupción de S’Alguer, levantado sobre la cima rocosa que antiguamente debió centrar el primitivo poblado blanense.
Prolongación sobre el mar de dicha cima. son las dos rocas La Palomera y La Palomereta y que, con la opuesta punta de Santa Ana, cierran la maravillosa y extensa bahía de Blanes, protegida por levante por el moderno muelle. Tanto el promontorio de S’Auguer como el de Santa Ana, constituyen la vanguardia más avanzada de los macizos montañosos que, al desplomarse sobre el mar, configuran este excepcional y variado litoral que desde aquí, Blanes, alcanza hasta Port-Bou.
Elemento esencial de las encantadoras calidades de la Costa Brava son los núcleos de población instalados en ella. Su primera muestra es Blanes, ciudad en pequeño, con 9.300 habitantes y 16 hoteles. Cuenta con una excelente y extensa playa de arena fina y rosada.
Sus calles son limpias y ordenadas; sus casas blancas y acogedoras. En ella merecen nuestra atención la iglesia de Santa María del siglo XIV y la capilla de la Esperanza, el barrio de Massaneda y Santa María «l’Antiga», del siglo X, pero modernizada; el museo de cerámica, legado del doctor y escritor Roig y Raventós; los restos del castillo feudal, en lo alto del monte de San Juan, desde donde se divisa una panorámica única en extensión y magnificencia, y, sobre todo, el jardín botánico «Marimurtra»>, creado por el científico Carlos Faust.
En él están aclimatadas especies vegetales mediterráneas, sudafricanas, californianas y centroamericanas. Las irregularidades del terreno sobre el que se construyó, fue aprovechado en función de las especies aclimatadas, permitiendo, además, la contemplación de distintos e inolvidables puntos de vista sobre el mar y la costa en áreas extensísimas.
Si de Blanes nos dirigimos a la más próxima importante población por carretera, el camino discurre a cubierto de vistas marítimas, entre la Serra Llarga y las tierras del interior. De la carretera arrancan los ramales a las calas más notables del próximo sector: la de La Forcanera y la de Sant Francesc. Esta con una playa muy estimada por estar resguardada de los vientos norteños y disfrutar del suave garbi.
Uno de sus extremos, se adorna con S’Aguia – L’Agulla, roca puntiaguda que se destaca sobre el litoral en el que los pinos llegan a flor de agua, exquisita ocurrencia que va a repetirse constantemente a lo largo de toda la costa. Más allá, las playas de la Cova de Treu Mal y de Santa Cristina, lugares ambos de lo mejor del litoral, proporcionalmente establecidos, con singulares combinaciones rocosas y abundante presencia vegetal, hasta el limite de las aguas mediterráneas.
En lo alto de los acantilados de Santa Cristina, la ermita, siglo XVIII, y unas instalaciones hoteleras. La playa de Santa Cristina, concurridísima en verano, es objeto cada año de la convocatoria de dos romerías muy importantes: la «dels Perdons» y la de la procesión marítima de «S’Amorra, Amorra !», portadora de las reliquias de la Santa, tan pintoresca y típica, como de inveterada tradición entre la gente del país.
Desde Blanes, por el interior, además comparten la meta de las excursiones, las ermitas de Santa Bárbara, Sant Joan, Sant Francesc y Sant Pere del Bosc. En cuanto al primitivo núcleo urbano, es indudable que los orígenes de Blanes arrancan del promontorio de S’Auguer ya mencionado.
En lo alto de este montículo debió encontrarse el poblado llamado Blanda por varios escritores griegos y latinos, señalando su posición geográfica entre Emporium y Barcino, y muy cerca del Barnum Flumen, hoy río Tordera. Por otra parte, las excavaciones practicadas por los alrededores de Blanes, con el hallazgo de fragmentos de cerámica y monedas del siglo II a. de J. C., hacen posible la existencia en el lugar de un poblado ibérico.
Por lo que se refiere a la presencia griega, algunas monedas ampuritanas encontradas al excavar la tierra y numerosas ánforas pescadas a ocho millas de la costa, han llevado a la conclusión de que Blanes fue sobre todo puerto comercial y de refugio para los navegantes que procedían de Italia o de Ampurias durante el periodo de expansión helénica. Debemos añadir que en aquellos tiempos la industria alfarera blandense estaba muy desarrollada y con características propias.