Aunque se encuentra algo alejado de la costa, es punto de confluencia de un haz de carreteras y de partida hacia algunos de los lugares más interesantes y bellos del litoral. A unos 6 km al norte de Palafrugell, Bagur preside el raudo y alto cabo de su mismo nombre, lo que le permite, no sólo ser reconocido inconfundiblemente desde un amplio sector del país, sino contemplar una panorámica circular de inigualables aspectos y matices.
Desde el castillo roquero que corona la villa, la vista alcanza la costa norte hasta el Golfo de Rosas, con las Islas Medas; la costa sur, con las espectaculares Playa Fonda, Cap Rubí, Fornells, Isla Blanca, Aigua-Blava, puntas de Es Mut, del Quart y de Sa Rubia.
Hacia el interior, el esplendor de buena parte de la llanura ampurdanesa.
El castillo que da a Bagur su característica silueta, data del siglo XVII y se asienta sobre las ruinas de la fortaleza feudal destruida en el año 1465. El pueblo conserva aún calles muy típicas por su antigüedad, y varias torres llamadas «de piratas» o «de moros».
El cabo sobre el que se alza Bagur, está constituido por una inmensa masa geológica desplomada sobre el mar, de paredes verticales sin más entrantes que cuatro pequeñas calas a las que la elevación de la montaña, lo espeso de la vegetación y su estrechez profunda conceden una nota fantástica y melancólica. En las pequeñas calas de Fornells y Aigua-Blava, las más meridionales, es donde el Cap de Bagur ofrece su mejor imagen de costa turística y de veraneo, dotada, además, de un equipo hotelero considerable y un paisaje inolvidable.
Ya hacia el norte, aparece la entrada de la Playa de Sa Tuna y la penetrante cala, como un fiordo, de Aigua-Freda, de playa limpia y con un pequeño puerto. Sa Tuna, buen resguardo para botes de pesca y de recreo, ha sido la playa preferida desde tiempos muy remotos. Además de una fachada apretujada de pequeñas estancias frente al mar, que entra como por una rendija, Sa Tuna tiene vestigios del siglo XIV.
La frondosidad de pinos que la cubre tierra adentro, es otra de sus virtudes. Más hacia el norte aún, superada Aigua-Freda, una soberbia y espaciosa construcción ha sido levantada en la ladera de Cap Sa Sal y entre el verde espesor arbóreo. Se trata del mayor hotel de la Costa Brava, que despliega y escalona a sus pies una sucesión de terrazas y piscinas hasta alcanzar el mismo nivel del mar.
Otra playa asequible desde Bagur, es Sa Riera o Sa Riereta, la más septentrional del cabo. En ella existe un barrio de pescadores que va siendo substituido paulatinamente por otro de construcciones más modernas de veraneo. Hacia levante, al superar el litoral más allá de la Punta de la Creu, surge la inmensidad de la Playa de Pals, la más larga de la Costa Brava después de la del Golfo de Rosas.
Encarada a este-sudeste, dibujando una línea cóncava muy abierta, su importante amplitud y su suave trazado resultan singularmente elegantes. Según cuenta la historia y lo confirma en su «Crónica» Ramón Muntaner, de Pals y sus contornos, salieron los y pobladores de la isla de Ibiza. Otras muchas gestas marineras cuentan los historiadores de las gentes de Pals y de Bagur.